Durante una actividad para niños en la iglesia, la maestra habló sobre el primero de los Diez Mandamientos: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3). Sugirió cómo los niños pueden obedecer este mandato: «Nada debe ser más importante que Dios… ni los dulces, ni las tareas escolares ni los videojuegos». Les dijo que poner a Dios primero significaba que el tiempo para leer la Biblia y orar debía estar antes que cualquier otra cosa.

Una niña mayor del grupo respondió con una pregunta para reflexionar: preguntó si ser cristiano se trata de cumplir con reglas o si Dios desea formar parte de todas las áreas de nuestra vida.

A veces, cometemos el error de pensar que la Biblia es una lista de reglamentos. Sin duda, obedecer a Dios (Juan 14:21) y pasar tiempo con Él es importante, pero no porque debamos cumplir reglas. Jesús y el Padre tenían una relación basada en el amor. Cuando tenemos comunión con Dios, deseamos estar con Él y obedecerlo para parecernos más a Cristo. Juan declaró: «El que dice que permanece en [Jesús], debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:6). Cristo es el ejemplo que podemos seguir.

Cuando queramos entender cómo amar, ser humildes, tener fe o establecer nuestras prioridades, podemos mirar a Jesús y seguir sus enseñanzas.