Si fueras a lanzarte en un cohete espacial a otra galaxia y te encontraras con un planeta lleno de extraterrestres con tentáculos, ¿esperarías que hablaran tu idioma? Probablemente no. Entonces, ¿por qué es que cada vez que los aventureros de Viaje a las Estrellas que van a la velocidad del warp (una discontinuidad hipotética en el continuo de espacio-tiempo) se encuentran con un extraterrestre comienzan a conversar como si hubiesen crecido juntos?
La comunicación intergaláctica instantánea es posible gracias a un dispositivo llamado traductor universal. Interpreta los idiomas y permite que un alienígena entienda al otro.
En Hechos 2, el Espíritu Santo capacitó a los apóstoles para que hablaran en diferentes idiomas, lo que permitió que personas de todo el mundo conocido escucharan y entendieran el mensaje de salvación (vv.8,11).
En ese entonces, el Espíritu Santo volvió a unir a las personas, y tiene el poder para hacerlo hoy. Probablemente no te capacitará para aprender sueco o swahili de la noche a la mañana, pero el Espíritu te puede ayudar a conectarte con las personas, con otros creyentes y con aquellos que todavía necesitan escuchar las nuevas de Jesús que pueden cambiar su vida.
Pero, ¿podemos tú y yo formar parte de algo tan asombroso como lo que pasó en Pentecostés? Después de todo, Pedro y los otros guiaron a 3.000 personas a Jesús ese día (v.41). Tan sólo acuérdate esto: Pedro y los otros apóstoles no eran perfectos. Un par de meses antes de su clamoroso sermón, Pedro había negado que conocía siquiera a Jesús. El Señor eligió a personas que eran justo como nosotros para poner al mundo de cabeza.
No todos tenemos que dar sermones fogosos ni hablar en otros idiomas para cambiar nuestro mundo. El Espíritu Santo nos guiará a decirle a un amigo que está pasando por tiempos difíciles que Jesús lo ama; a ayudar a la pareja de ancianos que viven en la casa de al lado a arreglar su jardín; a llevarle una comida a una familia que acaba de tener un bebé. Nos llevará a contarle a alguien en nuestr ciudad nuestra propia historia de cómo Jesús cambió nuestra vida.
No se requiere mucho para cambiar el mundo, al menos, el rinconcito en el que te encuentras. Y el Espíritu Santo está contigo para ayudarte a hacerlo. —TC