Me alegró ver que los últimos días del año se acercaban. Habían estado tan llenos de angustia, enfermedad y tristeza. ¡Estaba preparada para recibir enero con toda su algarabía!

Sin embargo, cuando llegó el primer mes del nuevo año, también lo hizo una noticia triste tras otra. Varios amigos perdieron a sus padres. Mi tío murió mientras dormía. Otros amigos se enteraron de que tenían cáncer. El hermano de un colega y el hijo de una amiga murieron en forma trágica e inesperada. En vez de que terminaran las tristezas, el nuevo año parecía traer una nueva oleada de angustia.

Juan 16:33 declara: «En el mundo tendréis aflicción». Ni siquiera a los hijos de Dios se les promete una vida fácil, próspera y con buena salud. Sin embargo, nunca estamos solos para enfrentar los problemas. Isaías 43:2 nos recuerda que cuando atravesamos aguas profundas, Dios está con nosotros. Aunque no siempre entendamos los propósitos del Señor en las pruebas, podemos confiar en la intención de su corazón, porque lo conocemos.

Nuestro Dios abunda en amor y «ni la muerte, ni la vida, […] ni lo presente, ni lo por venir, […] nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:38-39). Cuando surjan dificultades, Él prometió estar siempre con nosotros.