Cuando el equipo del programa televisivo Day of Discovery [Día de búsqueda] entrevista personas para una biografía, lo que más nos gusta es hablar con quienes han conocido al protagonista de la historia. Con los años, hemos hablado con un hombre que compartió la habitación con Eric Liddell en un campo de concentración en China; con una mujer que, en su juventud, vivió en la casa de C. S. Lewis durante la Segunda Guerra Mundial; y con otro hombre que fue chofer del Dr. George Washington Carver durante unas conferencias en el sur de los Estados Unidos. Todos hablaban abiertamente de la persona especial a quien habían conocido.
Cuando Juan, uno de los doce discípulos de Jesús, era anciano, escribió una carta presentándose como testigo ocular y compañero íntimo del Señor: «porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó» (1 Juan 1:2). Sus metas al escribir eran «que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo» (v. 3), y «que vuestro gozo sea cumplido» (v. 4).
Los testimonios presenciales de los discípulos de Jesús ayudan a guiarnos a la fe en Él. Aunque nosotros no lo hemos visto, hemos creído.