Hace varios siglos, un 22 de abril, un mareo obligó a Martín Lutero a detenerse en la predicación en medio de su sermón. Durante diez años, luego de publicar sus Noventa y cinco tesis, Lutero había sido zarandeado por tormentas políticas y teológicas. Había sufrido de severa depresión.

Lutero se tomó tiempo para recordar el décimo aniversario de su publicación contra las indulgencias tomando nota del significado más profundo de sus pruebas: «El único consuelo ante la lucha encarnizada contra Satanás es que tenemos la Palabra de Dios para salvar las almas de los creyentes.» Más tarde ese mismo año, Lutero amplió ese pensamiento en el himno que le ha dado la mayor fama: «Castillo fuerte».

El poder absoluto y el beneficio personal de la Palabra de Dios quedaron demostrados cuando Jesús fue tentado en el desierto. En medio de tres tentaciones por separado, Jesús dijo: «Escrito está [en las Escrituras]». En cada episodio citó y aplicó correctamente un pasaje que refutó la mentira de Satanás. Cortó a Satanás con tal precisión quirúrgica que la Biblia dice: «El diablo entonces le dejó.»

Este mismo poder para vencer todas las tormentas rugientes de Satanás está disponible para todo seguidor de Jesús. Debemos pasar tiempo deliberadamente leyendo, estudiando, memorizando, digiriendo y viviendo la Palabra de Dios. Es nuestra única defensa contra las estrategias de Satanás. Tal y como escribió Lutero:

Aunque estén demonios mil prontos a devorarnos, no temeremos porque Dios sabrá cómo ampararnos. Que muestre su vigor Satán, y su furor; dañarnos no podrá; pues condenado es ya por la Palabra santa.—MW