Tienes que admirar a Jack La Lanne. El gurú original de la buena forma física ha estado ofreciendo su marca para estar en forma por más de medio siglo, y a la edad de 90 años parece que le ha funcionado bastante bien. Un intenso régimen compuesto de una dieta estricta (no comer nada artificial) y de ejercicio (ejercita dos horas al día) lo ha ayudado a mantenerse en muy buenas condiciones físicas.

¿Pero sabes qué? El señor La Lanne es viejo. A su cuerpo, por muy bien que lo haya cuidado, sólo le quedan unos cuantos años más de funcionamiento. No sé cuál será su condición espiritual, pero, ¿no sería triste que un hombre pasara toda una vida dándole un cuidado inmaculado a su cuerpo mortal —una cáscara que no tiene otro destino final que no sea la muerte— sin hacer lo que es necesario para cuidar de su ser inmortal?  De nada nos servirá todo el jugo de zanahoria y todos los abdominales del mundo cuando nestra vida física se acabe. En ese momento, lo único que importa nuestro espíritu y cómo lo hemos preparado para la eternidad.

Jack La Lanne está absolutamente en lo correcto al afirmar que debemos cuidar nuestro cuerpo. Tiene razón al decir que debemos comer correctamente, hacer ejercicios y evitar prácticas que dañen el cuerpo. Pero su énfasis en cuidar del cuerpo es sólo una respuesta temporal a una pregunta con implicaciones eternas: ¿Dónde pasará mi espíritu —mi verdadero yo— la eternidad?

Considera esa pregunta. Hay que responderla antes de que llegue ese día desconocido cuando nuestro corazón lata por última vez. Sólo en esta vida podemos prepararnos para la próxima, y eso sucede cuando confiamos en Jesús como nuestro Salvador. Este cuerpo es temporal, y cuidarlo, si bien es lo correcto, no puede prepararnos para presentarnos delante de Dios.

Mientras nos ponemos en forma físicamente, asegurémonos de invertir tiempo poniéndonos en forma espiritualmente. Eso es lo máximo en buena forma.  —JDB