«Tengo que tener eso.» ¿Has dicho eso recientemente? Tal vez hayas exhalado esas palabras al quedarte sin aliento mientras mirabas alguna prenda de vestir elegante o alguna nueva computadora, o ese automóvil deportivo último modelo que pasó como una ráfaga frente a ti.

Ahora bien, ¿qué habría pasado si hubieses recibido el objeto de tus deseos? Tiempos felices, ¿no es cierto? O tal vez no.
En su libro The Progress Paradox: How Life Gets Better While People Feel  Worse[La paradoja del progreso: Cómo la vida mejora mientras las personas se sienten peor], Gregg Easterbrook señala que el occidental promedio tiene muchísimo más de lo que jamás tuvo antes. Pero la felicidad personal no va en aumento en una medida similar.

Easterbrook nota que los ciudadanos de Occidente hoy experimentan una calidad de vida que es mejor que la que ha disfrutado el 99.4% de todas las personas a lo largo de la historia. El hogar promedio estadounidense es 112 metros cuadrados más grande que los hogares que se construyeron luego de la Segunda Guerra Mundial. El ingreso real per cápita se ha duplicado desde 1960. Las personas poseen hoy más ayudas tecnológicas y juguetes que los seres humanos de hace 50 años hubieran siquiera podido imaginar.

Pero desde los años 50, el porcentaje de estadounidenses que dice que son «felices» no ha cambiado. Y aún más revelador, la depresión en los EE.UU. y en Europa ha ascendido a un 25%. Aparentemente, el tener más cosas no es igual a más felicidad.

El apóstol Pablo llegó a comprender profundamente algunos aspectos de esta paradoja. En Filipenses 4 ofreció estas ideas en cuanto a menos y más:

•  «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación» (v.11) Nota que su expectativa no era ser feliz. Pablo estaba simplemente satisfecho y conforme con lo que fuera que Dios pusiera en su camino.
•  «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (v.13). Al reconocer que Dios es la fuente de todo lo que necesitaba en la vida, Pablo estaba preparado para enfrentar el yugo con un sentido de gratitud y asombro.

Con una perspectiva como la de Pablo, estamos obligados a procurar menos cosas y a encontrar mayor felicidad verdadera en Jesús. ¡Eso sí lo tenemos que tener!  —TF