Bryce Courtenay ha escrito muchas obras de ficción de éxi Algunas, como The Power of One[El poder de uno] y The Potato Factory[La fábrica de papas], se han convertido en películas. En su último libro, Matthew Flinder’s Cat[El gato de Matthew Flinder], Courtenay cuenta la historia de un abogado que alguna vez fuera célebre —ahora un adicto al alcohol— que termina viviendo en los Jardines Botánicos de Sydney. Mientras me preparaba para entrevistar a Bryce en la radio, leí el libro y quedé pasmado ante los detalles con los que revelaba cómo era la vida en las calles, el crimen organizado y la difícil situación de la gente sin hogar.
Tuve que preguntar: «¿Cómo es que un autor con fortuna como usted pudo llegar a comprender tanto acerca de la adicción y la falta de un techo?» La respuesta de Bryce fue inspiradora. Sus primeros intentos por acercarse a la gente sin hogar fracasaron; eran demasiado tímidos y suspicaces como para compartir algo acerca de ellos. Así que decidió ensuciarse las manos y experimentar por s mismo la situación de una vida sin hogar.
Bryce comenzó durmiendo en las bancas de los parques en los jardines. En la mañana recibía comida de las camionetas de alimentos de las organizaciones de caridad. Participó en sesiones en una clínica de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos, y pasó noches en la sala de urgencias en el hospital St. Vincent’s para ver cómo se trataba a los que no tenían hogar cuando éstos se lastimaban. Bryce se hizo amigo de los que tenían desórdenes mentales, e incluso pasó una noche en el «tanque de borrachos» del Ejército de Salvación, un recinto seguro y con olor a vómito adonde llevan a hombres ebrios que corren el riesgo de lastimarse, para que duerman hasta que se les pase la borrachera. Durante el tiempo que duró su investigación, Bryce llegaba a casa a las 4:00 de la mañana, exhausto y llorando a causa de sus experiencias.
Para hablar del problema del alcoholismo, Bryce se adentró en el mundo de un alcohólico. Pero en un acto de sacrificio aún mayor, a fin de dirigirse a un mundo quebrantado, en decadencia y carcomido por el pecado, Dios mismo se adentró en nuestro mundo. En el evento más increíble de la historia, Jesús se despojó de su derecho divino al poder, la realeza y la comodidad para nacer en circunstancias humildes. Dejó su mundo para adentrarse en el nuestro, renunció a sus riquezas para experimentar nuestra pobreza, y sacrificó su vida para salvarnos de la muerte eterna. ¡Qué Salvador! —SV