Pedir que me indiquen el camino no es una de mis cosas favoritas. Siempre me parece que si sigo buscando, finalmente voy a encontrarlo. Por el contrario, mi esposa Martie siempre quiere preguntar de inmediato y no puede creer que yo no esté dispuesto a admitir que no tengo ni idea de dónde estoy. Al final, ella es la sabia. Llega a su destino rápidamente y sin angustia, mientras que yo termino perdido.
Creernos lo suficientemente inteligentes como para conducirnos en la vida sin ayuda se contrapone a la advertencia de las Escrituras: «Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte» (Proverbios 16:25). Cuando encontremos una bifurcación en el camino, debemos detenernos y consultar las instrucciones del Señor, «porque los caminos del Señor son rectos» (Oseas 14:9).
La vida es una empresa direccional. Es vitalmente importante que sepamos cómo dirigirla con éxito para forjar relaciones interpersonales benditas y pacíficas, actos significativos de amor y servicio, una experiencia satisfactoria con Dios e innumerables logros adicionales de vital importancia.
Pedirle a Dios que nos indique el camino no es solo una buena idea; es esencial. «Fíate del Señor de todo tu corazón, […] y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5-6).