El año pasado, recibí hermosos regalos de Navidad: pantalones para esquiar, una pulsera y un dispositivo electrónico de lectura. Pero lo que más disfruté fue el tiempo que compartí con otros… jugar con nueve sobrinos nietos que estaban de visita; asistir a la reunión de Nochebuena en la iglesia con mi sobrina, su esposo y su hijita de 18 meses; visitar a un compañero de trabajo jubilado y a su esposa que tienen algunos problemas de salud; celebrar la fiesta con viejos amigos; leer la historia de Navidad con mis seres amados. Todos estos fueron regalos especiales por el amor que compartimos.

Por amor, Dios el Padre envió un regalo a este mundo hace 2.000 años. A Jesús lo envolvieron en pañales y lo acostaron en un pesebre (Lucas 2:7). Los pastores sabían que era un regalo asombroso porque un ángel les anunció el nacimiento mientras estaban en el campo, en medio de la noche (vv. 8-14). Se apresuraron para ir a verlo y, después, no pudieron evitar compartir con otros la noticia de aquel Regalo (vv. 16-17). Sin embargo, más tarde, muchos lo rechazaron, lo crucificaron por nuestros pecados y lo sepultaron. Pero Él resucitó de la tumba y ahora ofrece salvación a todos los que lo reciben.

Dios, gracias por el Don que nos diste… por amor.