Dos monos, a quienes el nativo de una tribu de la selva tropical del Amazonas había matado, habían sido colocados junto a la entrada de una choza. Ambos habían sido atravesados por una sola flecha. El cazador era una especie de francotirador de la selva.
Los monos representaban una realidad inquietante para mí: la cena. Esta choza era la cocina de la aldea. Cada día le echaba u miradita a escondidas al menú de la noche viendo lo que estaba colocado allí. Esta noche masticamos mono.
Estaba experimentando una crisis. Había comido piraña, arroz con mayonesa tibia, y lo que fuera que me hubieran ofrecido. Pero ahora… había acabado. Nunca podría comer carne de mono.
Aunque la frieran, la hirvieran, la saltearan… el resultado sería el mismo. Si de alguna forma me la empujaba, sabía que volvería a salir de inmediato.
Oré y supliqué misericordia. Y algo sucedió. No sólo estuvo ausente la carne de mono como plato principal de la cena, sino que se me dio el gusto con las rosquillas y el chocolate caliente hechos en casa más maravillosos que jamás hubiese probado. A horas de la civilización, parecía que había puesto los pies en la tienda Krispy Kreme. Las rosquillas se hornearon sobre un fuego abierto, espolvoreadas con canela recién cosechada, y el chocolate venía de granos frescos de cacao que se habían recogido.
Se me había enseñado el idioma de la gratitud, aun por cosas simples como la comida. Pero esta experiencia me permitió saborearlade verdad, conocer la provisión de Dios en lo que normalmente doy por sentado. En la cultura occidental es difícil colocarse en el contexto de la mayoría del mundo, para quienes un lugar para dormir y la comida son preocupaciones constantes.
Noemí sintió este peso, pero había escuchado que en Israel, la tierra de su pueblo, Dios estaba obrando proveyendo comida para su pueblo (Rut 1:6). La esperanza despertó. Empacó todo lo que poseía y se trasladó. Porque Dios estaba proveyendo… comida. La comida significaba vida, y Dios estaba ocupado proveyendo vida.
Hemos perdido algo en medio de nuestra abundancia. Tal vez podríamos recuperar el sentido de respeto reverencial por las podríamos recuperar el sentido de respeto reverencial por lascolosales maneras en que Dios provee para su pueblo, comenzando con algo tan sencillo como la comida. —WC