Pablo había enviado a Tito a Creta, una pequeña isla a poca distancia de la costa sur de Italia. Medida en kilómetros cuadrados, era pequeña e insignificante. Pero en lo concerniente a su riqueza, codicia y la sed de poder de la gente, la isla se había convertido en un punto cultural álgido. Era un epicentro financiero, un centro de embarque y un centro vacacional para los que querían jugar y tenían gustos caros. Absolutamente pagana y ahogándose en el exceso y la decadencia, Creta era un páramo para el evangelio.

No había testimonio cristiano en la isla y parecía haber muy poco espacio para el Mensaje. Los moradores de Creta estaban gordos y contentos, eran autosuficientes y tenían muy poco tiempo para cualquier idea de un Dios que sirviera a cualquier otro propósito que no fuera el de satisfacer sus demandas inmediatas.

Pablo envió a Tito a este lugar de lo más inverosímil con un propósito: desempeñar su papel de ver cómo Dios transformaba esta isla pagana en un puesto de avanzada para el reino de Dios. La meta era nada menos que una revolución, una total renovación de la cultura por medio del poder del evangelio. Él compartiría la historia de Jesús, reuniría a los que creyeran y comenzaría la lenta obra de la transformación.

¿Cómo influiría este pequeño grupo sobre semejantes bastiones de poder y codicia? Las instrucciones de Pablo fueron tan claras como simples: vivir vidas revolucionarias.

¿Habían ellos de provocar un alzamiento político? ¿Habían de luchar por posiciones de poder e imponer su voluntad? ¿Habían de formar alguna estrategia de masas para proclamar el evangelio en cada casa para finales de la década?

No. La vida a la que Pablo los llamó era menos deslumbrante y mucho más simple. Entre otras cosas, ellos habían de tener ntegridad, ser disciplinados, trabajar duro, evitar dejarse llevar por el alcohol, amar bien y ganarse el respeto de todos aquellos con los que se encontraran.

Creta parece ser muy poco diferente del mundo en el que vivo, e imagino que las instrucciones de Pablo para la Iglesia contemporánea serían casi iguales. Para los que pensamos que jamás podríamos influir en nuestro mundo, las palabras de Pablo nos dicen que nada podría estar más lejos de la verdad. A nosotros nos toca vivir la vida revolucionaria  —WC