En los últimos años, la competencia de ciclismo conocida como Tour de Franceha estado dominada por un hombre: Lance Armstrong. Pero él sería el primero en decirte que no se trata del logro de un solo hombre. A él lo ayudan quienes lo preparan, nutricionistas y entrenadores. Sus compañeros de equipo del Servicio Postal de los EE.UU. entrenan junto con él. Armstrong y el grupo de expertos están desarrollando una fuerte estrategia.

En la misma competencia, cada movimiento está coreografiado para dar a Lance la ventaja de la reducción de la presión de aire y de la estrategia. Luego, en las montañas, adonde Armstrong sobresale, puede tomar una gran ventaja, como para ganar al final. Se requiere del esfuerzo combinado de un equipo multitalentoso para mantener la codiciada camiseta amarilla.

Puede que un equipo de béisbol tenga a un gran bateador como Alex Rodríguez o a un lanzador como Randy Johnson. Pero sin jugadores de cuadro, receptores y lanzadores de relevo, no puede ganar el banderín. Un equipo de fútbol americano puede tener a un mariscal de campo como Brett Favre o a un jugador de ofensiva como Stephen Davis. Pero a menos que tenga buenos bloqueadores, atajadores y pateadores fijos, nunca ganará el campeonato nacional. Cada miembro del equipo y del personal de entrenamiento —incluyendo al dueño del equipo— contribuye al éxito o fracaso del mismo.

Lo mismo sucede en la obra de Dios. La iglesia está conformada por una congregación de personas con una variedad de talentos y habilidades. Algunos son maestros de niños, otros de adultos. Algunos son muy buenos con los niños de nivel preescolar; otros lo son con personas de la tercera edad. Alguien sabe cómo cuidar el local, el equipo de sonido y las furgonetas de la iglesia. Hay especialistas en PowerPoint, gurúes financieros, expertos en equipos de oficina, músicos, directores de coro y jardineros. Alguien toca el piano o maneja el tornavoz.

El predicador no puede hacerlo todo solo, por muy bueno que sea. Esa es la razón por la que Dios dio a la Iglesia una variedad de personas con una multitud de dones. Cuando todos halan juntos, combinando sus habilidades y capacidades, se hace la obra de Dios.

¿Cuáles son tus dones? ¿Tus habilidades? ¿Tus intereses? Entrégaselos a Dios. Deja que Él los use en una iglesia local para su gloria. Él tiene un lugar justo para ti.  —DCE