Hace poco, leía sobre lo sencillo que es falsear el mensaje de la Biblia. Quizá tratamos de hacer que respalde lo que ya creemos en vez de permitir que nos transmita lo que Dios desea decirnos. Algunos la usan para defender un aspecto de un tema, mientras que otros hacen lo mismo para oponerse. Ambos citan las Escrituras para respaldar sus opiniones, pero los dos no pueden tener razón.
Cuando utilicemos la Palabra de Dios, debemos comprometernos a decir ni más ni menos que lo que expresa. Si la tergiversamos, la malinterpretamos; esto, en definitiva, distorsiona el carácter de Dios. Por eso, Pablo desafió a Timoteo, diciendo: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). Es prioritario que los obreros de Cristo aprobados y que no se avergüenzan interpreten correctamente («usa bien») la Palabra de Dios. Cuando estudiemos, podemos depender del Espíritu, que la inspiró, para que nos dé entendimiento y sabiduría.
Con palabras y acciones, tenemos oportunidad de representar las Escrituras con conductas que reflejen auténticamente el corazón de Dios; uno de los mayores privilegios de la vida cristiana.