«Soy un perdedor. Soy un fracaso. ¿Por qué no puedo encontrar a alguien con quien salir?» ¿Alguna vez te has pillado diciendo estas cosas? Yo sí. Los romances pueden ser muy frustrantes, por decir lo menos. Yo he tenido mi buena porción de desafíos, eso seguro.
A menudo cometemos el error de llamar «amor» a las primeras relaciones. Pero en la mayoría de los casos no se trata de verdadero amor. Últimamente he estado en una «sequía amorosa», así que decidí buscar un libro cristiano de inspiración sobre el tema. Una amiga mía (coincidencialmente, una ex novia) me recomendó el libro I Kissed Dating Goodbye (Me despedí de las citas amorosas) escrito por Joshua Harris, y lo encontré por menos de $5 en la Internet.
El mensaje de Harris es una manera revolucionaria de estudiar las relaciones prematrimoniales. Hubo un párrafo en particular que me hizo tambalear y reconsiderar mi definición del amor:
El mundo nos lleva a una pantalla plateada en la que se pasan imágenes parpadeantes de pasión y romance, y mientras observamos, el mundo dice: «Esto es amor.» Dios nos lleva al pie de un madero del que cuelga un hombre desnudo y ensangrentado y dice: «Esto es amor.»
¡Vaya! El amor no es «cena y cine». El amor no es bailar baladas románticas en las fiestas de graduación. El amor no es comprar flores a una chica por el día de San Valentín.
El amor es lo que motivó a Dios a enviar a su único Hijo a la tierra. El amor, no los clavos, fue lo que mantuvo a Jesús en la cruz. El amor se exhibe de manera hermosa en la salvación que Dios ofrece gratuitamente a todas las personas.
A menudo los romances se pierden en los recuerdos. Pero el poderoso amor demostrado en el Calvario no se marchitará nunca jamás.
Jesús soportó la vergüenza de la crucifixión para que pudiéramos llegar a ser hijos de Dios. Él dijo: «Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13).
Esto es amor. —Jeremy Webster, Indiana