Cuando mi hija Debbie era pequeña, tomó clases de danza clásica. Uno de los ejercicios consistía en saltar sobre una colchoneta enrollada. En su primer intento, tropezó contra ese obstáculo. Por un instante, quedó sentada en el suelo, perpleja, y después empezó a llorar. De inmediato, salí corriendo a ayudarla y le dije algunas palabras para tranquilizarla. Luego, sosteniéndola de la mano, corrí con ella hasta que pudo saltar por encima de la colchoneta. Debbie necesitó que la animara para superar ese obstáculo.
Mientras trabajaba con Pablo en su primer viaje misionero, Juan Marcos enfrentó un importante obstáculo: las cosas se complicaron en el viaje, y abandonó. Cuando Bernabé trató de reclutarlo para el segundo viaje del apóstol, surgió un conflicto. Bernabé quería darle otra oportunidad, pero Pablo consideró que era irresponsable. Finalmente, se separaron, y Bernabé llevó a Marcos con él en su viaje (Hechos 15:36-39).
La Biblia no dice nada sobre la reacción de Juan Marcos cuando Bernabé lo ayudó ante este obstáculo en el ministerio. Sin embargo, es probable que haya demostrado su capacidad, porque, más tarde, Pablo escribió que el joven le era «útil para el ministerio» (2 Timoteo 4:11).
Cuando veamos que un creyente lucha contra un aparente fracaso, debemos ayudarlo. ¿Puedes pensar en alguien que necesite que lo ayudes a sortear un obstáculo?