Hoy, hace nueve años, un querido amigo salió a correr durante la hora del almuerzo, y nunca volvió. Kurt De Haan, que era el editor general de Nuestro Pan Diario, murió de un ataque al corazón ese soleado jueves. Algunos de los que trabajábamos con él, conservamos todavía cosas suyas de valor sentimental en nuestras oficinas.
Por ejemplo, en una pared de mi cubículo, tengo colgado el último memorándum que recibí de Kurt. Me recuerda su esmero como editor, siempre esforzándose por representar bien y fielmente la Palabra de Dios. Otra colaboradora muestra la última bola de papel que él lanzó en dirección de ella, que le recuerda el entusiasmo que él tenía por disfrutar de la vida.
Cada vez que hablamos de Kurt y de cómo lo echamos de menos, comentamos que su vida era la combinación de una búsqueda de la excelencia con una personalidad divertida. Trabajaba duro y le encantaba la vida. Se esforzaba por enseñar la Palabra de Dios con integridad mientras vivía su vida con gozo.
Pensar en Kurt y en su ejemplo es estimulante y desafiante. Nos recuerda que otros están observándonos, y que pueden decir si estamos sirviendo «al Señor con alegría» (Salmo 100:2) y si nuestro amor a Él se manifiesta en buenas obras (Efesios 2:10). Servir bien. Servir con alegría. ¿Describen estas cualidades nuestro trabajo para el Salvador?