Existe una nueva mayoría que se avista en el horizonte. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, un grupo que no es el de los hogares de parejas casadas se está convirtiendo en el segmento poblacional más grande. El líder emergente en la cuadra está compuesto de adultos solteros.

Michelle Conlin, quien escribe en la revista Business Week, observa que «los 86 millones de adultos solteros en los Estados Unidos pronto podrían definir a la nueva mayoría.… Lo que muchos una vez pensaron que era lo marginal se está convirtiendo en la nueva norma.»

En comparación con esto, en los años 50 las familias constituían el 80% de la población de los Estados Unidos. Hoy esa cifra ha bajado a tan sólo el 50.7%.

Hay muchas razones para esta caída, entre las que se incluyen: (1) la proliferación de parejas no casadas que viven juntas; (2) un dramático incremento de divorcios; (3) viudas que viven vidas más largas y saludables.

Hay una serie de cambios sociales presentes tras esta nueva era. Por ejemplo, más y más voces están pidiendo la suspensión de beneficios (impuestos, seguros, seguridad social) que sólo se les da a las parejas casadas. Poco a poco se está marginando la institución del matrimonio y se la está sacando del centro de la sociedad. Parece que se está liquidando al núcleo familiar.

Ahora bien, no me interpreten mal. No es malo ser soltero, pero ser casado tampoco lo es.
En Hebreos 13, el autor incidió en el tema del amor, tanto para creyentes como para aquellos que no conocen a Jesús. Luego, en el versículo 4 escribió: «Sea el matrimonio honroso en todos.» Esa es una declaración imperativa que debemos leer de este modo:
«Mantengamos el matrimonio con honor.»
El matrimonio estaba siendo atacado cuando se escribieron estas palabras. Los gnósticos creían que era mejor permanecer soltero porque el mundo material (eso incluye a nuestros cuerpos) era maligno.

A pesar de los ataques de entonces y de las amenazas de hoy, debemos tener el matrimonio en gran honra. Pablo lo hizo, y Dios lo creó. El matrimonio puede ser bello, protector y perfeccionador si Jesús se encuentra en el centro de él.  —TF