Los científicos han estado buscando la «teoría de todo». El que piensa que la encontró es el físico Brian Greene, que escribió El universo elegante: supercuerdas, dimensiones ocultas y la búsqueda de una teoría final. Su «teoría de la cuerda» es un concepto complicado que sugiere que todas las cosas, en su nivel más diminuto, son una combinación de filamentos vibratorios o cuerdas. Ha descrito su teoría como «una estructura con la capacidad de responder a cada aspecto sobre el cual está construido el mundo».
A través de los años, pensadores desde Newton, pasando por Einstein y Hawking, y llegando a Greene, han dedicado gran parte de su vida a averiguar cómo funciona el universo, y han propuesto teorías fascinantes.
En realidad, para que una teoría explique de manera adecuada todo lo que existe en el universo, debe empezar y terminar en Dios. «… todas las cosas, […] visibles e invisibles» (Colosenses 1:16) se originan en Él y existen para su gloria (Salmo 72:19). Los primeros versículos del Evangelio de Juan nos dicen que nuestro Señor creó el universo y que, sin su mano creadora, no existiría nada.
Por esta razón, cuando pensamos en el mundo y en todo lo que contiene, podemos exclamar con Isaías: «Toda la tierra está llena de su gloria» (6:3). ¡Alabemos su santo nombre!