El profesor Alister McGrath ha dicho: «A menudo se ha observado que la humanidad tiene la capacidad de pensar. Tal vez sea una mejor observación decir que poseemos la capacidad única de imaginar.»
El verano pasado, unas pocas semanas antes de que naciera nuestro hijo Seth, Wyatt, nuestro hijo mayor, comenzó a caminar. Espero los años futuros cuando ellos librarán grandes batallas en nuestro jardín frente a la casa y se llevarán a cabo búsquedas heroicas en su dormitorio. Está tan sólo al final de la escalera, pero será una puerta a otros mundos. Espero verme envuelto en la imaginación de ellos, recordar sueños y esperanzas, y una fe en cosas más grandes y profundas.
Isaías dijo que Dios obraría en medio de su pueblo en maneras tan impresionantes que él nunca antes había imaginado. Hizo uso de esto para mover al pueblo a la fe en un Dios que hace cosas que jamás podría ver lejos de Él.
En el Nuevo Testamento, este tema continúa con Jesús, quien ofrece una osada visión del evangelio que corre a cada rincón de la tierra, y con Pablo, quien proclama a los corintios que éstos no tenían idea de los grandes designios que Dios tenía guardados para sus fieles.
Todas éstas son invitaciones para que soñemos, para que imaginemos.
Imagina formar parte de un movimiento que cambiará el mundo, parte de una causa tan grandiosa que enmudece pasiones menores y acalla sueños más insulsos. Imagina unirte a una aventura tan temeraria y osada que te lleve a arriesgarlo todo. Debes abandonar la seguridad y la comodidad, y saltar a lo desconocido basándote nada más que en la promesa de un carpintero que dijo cosas radicales tales como: «Si quieres salvar tu vida, entonces entrégala.»
Imagina la Iglesia. Es una propuesta imposible: lleva el reino de Jesús a los confines de la tierra. Sufre. Da. Sacrifica. Vive como si no temieras a la muerte, y luego muere como realmente has vivido. E es su llamado y nuestra misión. Somos un puñado, un grupo pequeño de personas, pero se nos ofrece la oportunidad de imaginar nuestra parte en la gran aventura del plan redentor de Dios.
Sólo tenemos la remota idea de cómo Dios hará su siguiente movimiento. Imagina.—WC