En una editorial de la revista USA Today, Tony Mauro escribió acerca de lo inútil que es cuando los delincuentes eligen defenderse ellos mismos en algún tribunal. Comenzó por citar el adagio: «Quien se representa a sí mismo tiene a un tonto por cliente.»

En la sesión actual de la Corte Suprema de los EE.UU., dos personas han optado por presentarse ante los jueces sin la asistencia de abogados. Una de ellas es un autoproclamado teórico de la conspiración que quiere que se publique «información secreta» para tratar de demostrar que un suicidio fue un asesinato. La otra está desafiando la inclusión de las palabras «bajo [la autoridad de] Dios» en la jura de la bandera.

Mauro aconseja firmemente que no se opte por la auto representación. La mayoría de las personas que lo intentan no tienen oportunidad de ganar. Un ejemplo reciente de ello es John Mohammed, el francotirador de Washington, D.C. Despidió a sus aabogados y lo único que consiguió fue ponerse en ridículo ante el tribunal. El camino sabio es contratar a personas que saben lo que hacen, especialmente cuando la evidencia se acumula contra uno.

Algunas personas están dispuestas a correr el riesgo cuando se trata de presentarse ante el Juez de todo el universo. Aunque son culpables, creen que de alguna forma saldrán bien delante de Dios. Están seguras de que sus buenas obras tendrán más peso que las malas. Su práctica suena sincera. No entienden cómo un Dios amoroso podría condenarlos.

¡Se equivocan! La Biblia dice: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Romanos 3:23), y «Porque la paga del pecado es muerte» (6:23).

He aquí las buenas noticias: hay un «abogado» de primera disponible para representarnos: Jesucristo. Juan escribió acerca de todos los que confían en Él: «Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo» (1 Juan 2:1). De hecho, incluso pagó el castigo por nuestros pecados. Cuando tienes un abogado defensor como Jesús, ¿para qué tratar de defenderte tú solo?

Sí, es inútil representarte a ti mismo ante un Dios santo, especialmente cuando su Hijo, el «Justo», está listo y ansioso por hablar a tu favor, por cuanto Él ha pagado el castigo por tu pecado. Recíbelo en tu vida y será tu pronta defensa.  —DCE