Las palabras de la Biblia pueden ser como flores cortadas. Las palabras de Jesús, al igual que las leyes de Moisés, se pueden elegir y arreglar para servir a las intenciones o los deleites temporales de cualquiera. Pero una vez que se arrancan del tallo y la raíz de su historia, el significado comienza a desvanecerse como un ramo de flores que se marchita.
Consideremos, por ejemplo, la historia de José (Génesis 37–50). Veamos qué perdemos si separamos las importantes lecciones de su túnica de colores y de su vida de la línea histórica más amplia de la Biblia.
José era el hijo favorito de su padre, nacido cuando este ya era viejo, y sus hermanos mayores no lo soportaban, porque usaba una túnica especial y les contaba que en sus visiones estaba por encima de ellos (Génesis 37). A los hermanos les irritaban tanto esos sueños y la atención que le daba el padre, que al final lo vendieron a unos mercaderes de esclavos egipcios. Mancharon la túnica personalizada con sangre de cabra para convencer a su desconsolado padre de que un animal salvaje lo había matado (37:18-34).
Lejos de casa, en Egipto, nuestro protagonista enfrentó una serie de traiciones, arrestos y ascensos increíbles. Paradójicamente, su capacidad para interpretar sueños al final lo favoreció ante Faraón, quien lo convirtió en el segundo en poder de todo Egipto. Allí usó el don divino para preparar al país para enfrentar siete años de hambre. En el proceso, salvó la vida de los egipcios y hasta la de sus traicioneros hermanos, cuando estos fueron a comprar comida (Génesis 39-50).
El momento más memorable fue cuando, en la sorpresiva reunión con sus hermanos, les dijo que lo que ellos idearon para mal Dios lo tornó para bien (50:20).
Este relato es un capítulo importante de la historia judía. Explica cómo los ancestros de Israel terminaron en Egipto, en un principio, para refugiarse, y al final, como esclavos. También presenta a un Dios que conoce el futuro, dirige las circunstancias y se preocupa por nosotros de una manera que sobrepasa nuestra capacidad de comprensión.
Además, innumerables lectores de la Palabra, en todas las generaciones a partir de aquella época, descubrieron en José una fuente de inspiración personal. Su autocontrol y su sabiduría frente a la tentación sexual animaron a muchos. Su integridad y su carácter fidedigno durante los años de prisión en el olvido han sido fuente de fortaleza moral para muchos atrapados por las circunstancias. La rectitud que demostró al servir al Faraón nos recuerda que la luz brilla mejor en la oscuridad.
A pesar de todas las adversidades, el patriarca vivió una vida maravillosa. Pese a lo malo que le sucedió, terminó siendo un regalo del corazón de Dios no solo para sus hermanos, que no lo merecían, sino también para toda la tierra de Egipto durante los siete años de hambre.
¿Pero qué comunica esta historia a los lectores que se sienten avergonzados frente al valor y al coraje moral de este personaje? ¿Qué pasa con los que nos sentimos más parecidos a los hermanos envidiosos y no tanto a José? La mayoría de nosotros, después de todo, sabe que ni siquiera estamos a la altura de nuestras propias expectativas, mucho menos del honor de alguien como José, que tanto agradaba a Dios.
Más allá de lo que sigue, la interesante vida del patriarca, al igual que el bien que implica la ley de Moisés, se marchita como flores cortadas a la luz de nuestra propia sensación de fracaso (Juan 1:17; 2 Corintios 3:6).
Solo cuando vino el ansiado Salvador y se levantó de los muertos, entró en escena el resto de la historia.
En ese momento, la Biblia llega a un punto culminante victorioso. Cada palabra desde Génesis hasta Apocalipsis, conduce hasta la vida, la muerte y la resurrección de Jesús o se desprende de ella. Cada detalle adicional o actor secundario tiene la función de ayudarnos a apreciar lo que Él hizo por nosotros. Al mismo tiempo, lo que el Salvador sufrió en nuestro lugar coloca toda palabra bíblica en la perspectiva correcta.
Como el sacrificio de Cristo nos ayuda a comprender el gran amor de Dios por todos (Juan 3:16), su voluntad de ser crucificado en una cruz romana puede ayudarnos a interpretar más claramente lo que vemos en la historia de José. Ahora podemos entender mejor el corazón del Dios, que usó al patriarca para salvar a los egipcios y perdonar a los hermanos que no lo merecían. Solo el amor y la gracia de Cristo completan el significado del deseo de Dios de convertir a José y sus hermanos perdonados en padres de la nación que finalmente no solo daría origen a la Biblia, sino también a la Palabra Viva y al Salvador del mundo.
Padre celestial, perdónanos por arrancar la palabras que inspiraste del tallo y la raíz de tus propósitos. Ayúdanos a recordar que todo lo bueno, lo verdadero y lo hermoso de tu Palabra o de nuestro mundo proviene de la raíz y la vida de tu Hijo.