Cuando vivíamos en el sur de California, mi hijo adolescente estaba montando su bicicleta cuando fue obligado a salirse del camino por un automóvil lleno de lo que él imaginó eran miembros de una pandilla. Afortunadamente no sufrió daño alguno. Pero cuando llegó a casa y me contó de su encuentro cercano con la violencia, me enfurecí de inmediato. A pesar del esfuerzo de mi esposa por apaciguarme, tomé un bate de béisbol, le dije a Greg que saltara en el asiento del pasajero de nuestro auto (para que pudiera identificar el vehículo de los matones), y yo de un brinco me metí en el asiento del conductor y salí a toda velocidad para llevar a cabo mi venganza personalmente.

Un hombre de 50 años con un bate salía para darle un porrazo a cuatro «miembros de una pandilla» armados con sabe Dios qué. ¡Qué estupidez! Gracias a Dios, Él evitó que encontráramos a los infractores. Los recuerdos de este incidente me ayudan a identificarme con la ira de David registrada en 1 Samuel 25.

Es sumamente fácil para nosotros molestarnos ante la injusticia, o incluso ante lo que percibimos como injusticia. (Los que han sido criados con la verdad bíblica parecen tener un gusto particular para identificar la injusticia.) Pero Dios no quiere que tomemos el asunto de la retribución en nuestras manos. Pablo lo confirmó: «Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber» (Romanos 12:19-20).

Aquí es donde nuestra fe se encuentra con una prueba de gran envergadura. ¿Estamos dispuestos y somos lo suficientemente pacientes como para permitir que la justicia pura de Dios tenga prioridad sobre nuestro propio juicio  apresurado y cargado de emociones? De hecho, ¿estamos dispuestos, no sólo a evitar tomar venganza, sino también a buscar maneras de ser amables con los que nos hacen daño?

Esa es una orden elevada. Pero es una orden de Dios. Cuando David finalmente permitió que el buen sentido controlara sus pensamientos hizo lo correcto. Y Dios se hizo cargo de la injusticia a su tiempo y manera. Tenemos que creer que Él también lo hará por nosotros.  —DO