En Más allá de tu vida, Max Lucado escribe: «La hospitalidad abre la puerta a una comunidad fuera de lo común. No es casualidad que hospitalidad y hospital procedan de la misma palabra en latín, porque ambas llevan al mismo resultado: curación. Cuando le abres la puerta a alguien, estás mandando este mensaje: “Nos importas a mí y a Dios”. Puede que pienses que lo que estás diciendo sea: “Ven a hacernos una visita”. Pero lo que tu invitado oye es: “Valgo la pena”».
Esto es lo que el apóstol Pablo posiblemente escuchó y sintió cuando Aquila y Priscila le abrieron las puertas de su casa. Cuando llegó a Corinto, tal vez se sentía agotado de su viaje desde Atenas. Quizá estaba también desanimado por su ministerio aparentemente inútil en aquel lugar (Hechos 17:16-34). Más tarde, escribió: «Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor» (1 Corintios 2:3). Probablemente, Aquila y Priscila lo conocieron en el mercado de Corinto y lo invitaron a su casa. Le brindaron un oasis espiritual mediante la hospitalidad cristiana.
Como seguidores de Cristo, se nos invita a mostrar hospitalidad, a ser un «hospital» que ayude a aquellos que están atravesando tormentas en la vida y que necesitan recuperarse. El Señor puede utilizarnos porque nos ha provisto lo necesario.