A menudo, en todo el mundo se experimentan los efectos dramáticos de algo que nadie puede ver. Por ejemplo, en 2011, varias ciudades fueron devastadas por tornados que arrasaron vecindarios y distritos industriales. Además, durante las temporadas de huracanes, cuando vientos de más de 160 kilómetros por hora amenazan con destruir todo lo edificado, nos horrorizamos.
Todo esto es el resultado de una fuerza invisible. Sin duda, vemos los efectos del viento (banderas que flamean, escombros que vuelan), pero no podemos ver el viento en sí. Obra de manera invisible y misteriosa.
En un sentido, esto también se aplica al Espíritu Santo. En Hechos 2, cuando los creyentes fueron llenos del Espíritu en el día de Pentecostés, «de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados» (Hechos 2:2). Ese viento fue una muestra tangible para aquellos primeros cristianos de que el Espíritu invisible estaba obrando en sus vidas. ¡Y aún hoy sigue trabajando en nosotros! Si eres seguidor de Cristo, cobra ánimo. El Espíritu Santo produce fruto en tu vida (Gálatas 5:22-23), convierte a los creyentes en un cuerpo (1 Corintios 12:13) y te da seguridad de la presencia de Dios (1 Juan 3:24). El Espíritu Santo es una Persona poderosa en nuestra vida… aunque no podamos verlo.