Cindy es el tipo de persona que guarda registro de todo y tiene una biblioteca de planificadores meticulosamente mantenidos que se remontan a un par de décadas atrás. Podrías pensar que es extraño que los mantenga. De hecho, no lo es en absoluto.

En sus primeros años de adulta, Cindy comenzó a hacer pequeñas anotaciones en los márgenes de su planificador. Notas como: «No queda mucha comida», o «Problemas con el auto otra vez». A menudo sus notas registraban que alguien le proveía de alimentos o de dinero unos cuantos días después. Es una crónica extraordinaria de la fidelidad de Dios —justo a tiempo— a una de sus siervas ordinarias.

Recientemente, Cindy ha estado batallando contra el cáncer. Gracias a Dios le está ganando a la enfermedad. Será fascinante leer su planificador dentro de unos cuantos años.

El mantener registros que enfaticen la alabanza a nuestro Padre celestial es una manera de combatir nuestra tendencia humana a olvidar lo que no debemos olvidar. Un líder militar llamado Josué combatió eso de otra manera. Durante el escape y deambular de los israelitas de la esclavitud en Egipto, Dios realizó numerosos milagros para ellos. Uno de los últimos milagros fue el cruce del río Jordán durante la época de crecida (véase Josué 3).

Todavía no se habían inventado los equipos de asalto anfibios, así que por el poder de Dios, las aguas del río «se elevaron en un montón, a una gran distancia» (v.16). Las doce tribus de Israel cruzaron a salvo y se prepararon para un ataque a Jericó igualmente milagroso.

Para conmemorar el cruce, Dios instruyó a Josué que mandara a un hombre de cada tribu a que escogiera una piedra del lecho del río. Ellos llevaron las piedras sobre sus hombros hasta Gilgal, adonde construyeron un monumento a la provisión milagrosa de Dios (4:9). Josué dijo: «Más tarde cuando vuestros hijos pregunten, diciendo: “¿Qué significan estas piedras para vosotros?”, les diréis: “Estas piedras servirán como recuerdo a los hijos de Israel para siempre”» (vv.6-7).

Puede que no tengas una colección de piedras de algún río apiladas en el patio de tu casa. Pero ya sea que se trate de doce piedras, de algún planificador para el día o de alguna nota para pegarla a tu computadora portátil, todos necesitamos algo que nos recuerde la fidelidad de Dios.  —TG