Por mucho que traté, no pude lograr que el cajero de la ferretería sonriera. Lo saludé amistosamente, y de repente él quedó absorto en su caja registradora. Le pregunté cómo le iba, y sólo gruñó.

Luego atravesé un restaurante de comida rápida y sentí que estaba interrumpiendo algo importante, mucho más importante que mi necesidad de un poco de comida.

Mi esposa y yo estábamos en otro estado adonde yo iba a hablar en una conferencia para misioneros. Tal vez a la gente de aquí no les gusten los forasteros, pensé. O tal vez no haya personas amistosas en este estado.Estaba comenzando a pensar que había algo malo en mí.

Pero luego llegamos a la iglesia para la conferencia de misiones. Entramos en el edificio y todo lo que pensábamos acerca de la gente de ese estado cambió. Nos dieron la bienvenida como si fuésemos miembros de la familia desde hacía mucho tiempo. De inmediato se creó un lazo, y pudimos hablar y reír y compartir historias de nuestra vida con estas personas.

Dentro de esta iglesia, con estos hermanos en Jesús, definitivamente había un sentimiento de familia. A todo esto, ¿qué hay de especial en los cristianos? ¿Cómo es que adondequiera que vayamos en este mundo, y por mucho que sintamos que a los demás no les importa nuestra existencia, cuando entramos en algún lugar adonde hay compañeros cristianos, de inmediato nos podemos sentir como en casa?

Tal vez se deba a que el Nuevo Testamento claramente señala la fraternidad de los creyentes, e incluso nos da instrucciones específicas en cuanto a lo que eso significa. Por ejemplo, Hebreos 13:1 dice: «Permanezca el amor fraternal.» Y 1 Juan 3:11 dice «que nos amemos unos a otros». Luego, cinco versículos más adelante dice que «también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos». Y 1 Tesalonicenses 4:9 dice: «… vosotros mismos habéis sido enseñados por Dios a amaros unos a otros.»

A dondequiera que vayamos, por muy dura que sea la vida fuera de la iglesia, cuando nos reunimos con hermanos cristianos debe haber un sentimiento de familia. Es allí, con los hermanos y hermanas en Cristo, que podemos saber que somos aceptados y amados.  —JDB