Las siguientes palabras solían infundir miedo en el escolar promedio: «¿Quieres que eso vaya en tu registro permanente?»  Nadie jamás sabía qué archivo polvoriento contenía la gruesa carpeta de papel manila, o en qué profunda catacumba estaba guardada, pero la sola mención de tal registro podía causar terror puro… o al menos un mejor comportamiento.

Por supuesto que fuera lo que fuera que estuviera en ese escurridizo archivo ha sido transferido a alguna inmensa base de datos en algún lugar. Además, tal y como lo advierte Bob Greene, columnista del periódico Chicago Tribune, los niños de hoy entablarían una demanda si se les amenazara con tal cosa.

Un registro permanente no tiene que ser algo malo. Las buenas calificaciones, un informe de buen crédito o una buena evaluación de trabajo forman todos parte del registro de tu vida. Y también lo es la manera en que tratas a los demás, si actúas con integridad, o si vives una vida desinteresada… o incluso si haces uso de ese gran sentido del humor.

¿Que ya se han registrado demasiadas cosas malas acerca de ti? Eso no significa que tu registro esté escrito con tinta indeleble. Mira a David, el rey de Israel. David era un hombre que pecó grandemente y sufrió graves consecuencias por ello. Pero se arrepintió y Dios lo restauró. Lucas escribió en el libro de lo Hechos que Dios dijo: «David, hijo de Isaí, [es] un hombre conforme a mi corazón» (Hechos 13:22). Desafortunadamente, en 2 Samuel leemos el relato de Absalón, el hijo de David, cuyo registro permanente todavía se recuerda. Contiene descripciones de su deslealtad hacia su padre David, y una muerte trágica y fuera de lo común.

¿Que te sientes infeliz por la manera en que se lee tu vida? No es demasiado tarde. Jesús es el Restaurador de vidas quebrantadas. Cuando nos arrepentimos y le pedimos que sea el Señor de nuestra vida y el Salvador de nuestra alma, Él vuelve a escribir nuestra vida con su perdón. ¿Estás listo para un nuevo registro?   —CK