Estaba sentado al borde de un llano de artemisa en un rancho de Wyoming. El sol se ponía y la magia mística del crepúsculo del oeste se extendió por el vasto terreno escarpado del rancho. A medida que caía la oscuridad, renuentemente caminé de vuelta hacia mi camioneta, estacionada debajo de una protuberancia a varios cientos de metros de distancia. Encima de la protuberancia vi una gran silueta negra. Al acercarme, un águila dorada extendió sus enormes alas y se elevó perezosamente en el aire; los últimos rayos de luz echaban destellos de las plumas de su cuello de oro. La observé mientras volaba en círculos lentamente, y luego se elevó en el cielo de la noche hasta que se perdió de vista. Quedé sobrecogido, y vino a mis labios una parte del pasaje bíblico de hoy: «Se remontarán con alas como las águilas» (Isaías 40:31).

En este pasaje que nos es tan familiar, Isaías les estaba hablando a ancianos y a jóvenes describiendo lo que el Señor hace por todos aquellos que esperan en Él. Ya sea que estemos débiles o fuertes, cansados o con energía, todos encontramos luchas y decepciones en la vida. «Aun los mancebos se fatigan y se cansan» —escribió Isaías— y los jóvenes tropiezan y vacilan» (v.30).

Veo a estudiantes agotarse en la universidad cristiana local adonde doy clases. Como a dos tercios de haber avanzado el semestre, los estudiantes caen a pique y la asistencia a clases comienza a bajar. Los atletas, cansados de las prácticas y de los partidos, echan una siestecita a hurtadillas en clase. Todos van arrastrándose, incluyéndome a mí. La gripe arrasa por todo el campus. A alguien siempre le da mononucleosis.

También decaemos espiritualmente. Las disciplinas diarias de la lectura bíblica y la oración se vuelven mecánicas o simplemente se dejan de lado. Con el cansancio viene el desaliento, tal vez incluso una ligera depresión.

En momentos como esos, necesitamos reclamar la maravillosa promesa de Isaías. Cuando ponemos nuestra esperanza en Dios de manera activa, afirmando nuestra fe y nuestra dependencia de Él, Él nos refrescará. Nos remontaremos con alas como las águilas, moviéndonos hacia arriba sin esfuerzo, ligera y majestuosamente en el poder de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo y en el amor de Cristo.  —DCE