¿Cómo te preparas para el trabajo? ¿Y para una cita? ¿Tienes alguna rutina de preparación específica antes de ir al gimnasio? ¿Y para lavar ropa, comprar comestibles o sembrar un jardín? La preparación es esencial para cualquier área de la vida, especialmente si vamos a tener algún tipo de eficacia.
El libro de Santiago nos recuerda la importancia de prepararnos para escuchar al Dios del universo.

Abrir mis oídos: estar pronto para escuchar. Tener oídos abiertos significa prever que Dios tiene algo que decir y que tendrá un impacto en mis emociones, pensamientos y voluntad. Tener los oídos abiertos significa que recibiré lo que Dios tiene que decir sin discutir, sin pelear y sin mostrar una actitud orgullosa.

Cerrar mis labios: ser lento para hablar.Alguien ha dicho en broma: «Dios nos ha dado una boca y dos oídos para que escuchemos dos veces más de lo que hablamos.» Realmente no podemos escuchar a Dios si estamos hablando constantemente. A veces debemos prepararnos para escuchar a Dios en silencio.

Mantenerme calmado: ser lento para la ira.La ira es una emoción que constantemente batalla contra la Palabra de Dios y finalmente evita que ésta cause el impacto que debe causar en nuestra vida.

Limpiar mi vida: deshacerme de toda suciedad moral y del mal que prevalece tanto y aceptar humildemente la Palabra.Así como una infección afecta nuestro oído físico, el pecado bloquea nuestros oídos espirituales evitando que escuchemos lo que Dios tiene que decir.

Tu corazón es como un jardín precioso. Si se le deja solo, la tierra sólo producirá mala hierba: materialismo, preocupación, odio, celos, envidia, pecados sexuales, palabras duras, problemas y ser un «sabelotodo que no practica nada de lo que predica». Estas cosas asfixian la eficacia de la Palabra de Dios.

¿Estás preparado para escuchar lo que Dios tiene que decirte? —MW