Cada día, cuando regreso a casa del trabajo, veo a una mujer ciega —con sus anteojos oscuros y su bastón— caminar por el mismo camino. Aparentemente, ella trabaja en el edificio que está junto a mi oficina.
Un día, mientras salía de la oficina, comencé a contarle a una compañera de trabajo acerca de los problemas que tenía en el trabajo y en mi casa. Justo entonces, ella vio a la mujer ciega adelantarse a nosotros y comentó: «Esta mujer siempre se viste lindo, aun cuando no puede ver. Su actitud en la vida parece ser muy positiva. A pesar de su discapacidad, sigue siendo muy independiente.» Quedé admirada por el contraste entre mi actitud y la de ella.
Esto me recuerda la vez que hice un viaje misionero a Chiang Rai, Tailandia, adonde ministré a los niños de una aldea en las montañas. Recuerdo que veía a dos niñitas jugar con ligas. Parecían felices y satisfechas, inconscientes de su pobreza. Si los niños y las niñas de la ciudad en Singapur las hubieran visto, pensarían que las niñas vivían en condiciones de carencia, porque no contaban con entretenimientos avanzados como juegos por computadora.
La actitud es muy importante en medio de las circunstancias La actitud es muy importante en medio de las circunstancias un lado positivo y un lado negativo para cada situación. Un pesimista ve un vaso medio vacío, mientras que un optimista lo ve medio lleno.
En Filipenses 4, Pablo alentó a los creyentes en Filipos a que pensaran en las cosas correctas (v.8). Les agradeció su preocupación y les habló de cómo él había aprendido a estar contento con cualesquiera que fueran las circunstancias que lo rodearan, sabiendo que podía hacerlo todo en Jesús quien le daba fortaleza (Filipenses 4:13). Podemos optar por ver el lado negativo de nuestra situación, o aprender a estar satisfechos como Pablo.
Recordemos la exhortación de Pablo en 1 Tesalonicenses 5:16- 18: «Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo.» ¡Ese tipo de pensamiento lleva a una gran actitud! —JL