Paul Lewis quedó horrorizado. El profesor inglés no podía creer que la Administración de Alimentos y Medicinas de los EE.UU. [conocida como FDA por sus siglas en inglés hubiera aprobado la producción de alimentos genéticamente alterados. Así que, siendo un artífice de la palabra, Lewis decidió expresar su indignación en una carta al periódico The New York Timesescrita en 1992.

Al condenar la decisión de la FDA, el buen profesor acuñó una nueva palabra: frankencomidas. La elección de conectar la palabra comida con Frankenstein, el famoso monstruo creado por Mary Shelley, fue brillante.

La tristemente célebre criatura fue formada usando partes de seres humanos muertos. Y la comida creada por ingeniería genética –a los ojos de Lewis– era del mismo modo, una mutación repugnante y peligrosa.

No todos están de acuerdo con Lewis, por supuesto, pero vaya si nos encanta el término frankencomidas. (Sin embargo, no sería sabio utilizar este término para describir el siguiente guisado que te sirvan.)

En 2 Corintios no encontramos referencia alguna a las frankencomidas, pero sí encontramos que se condena al apóstol Pablo por predicar lo que sus oponentes decían era un frankenevangelio. Su mensaje mutado incluía, según lo que ellos decían, palabras que sólo eran para un grupo exclusivo, pensamientos vagos y motivos ocultos (2:17; 4:2; 7:2).

¿Qué hizo Pablo? ¿Escribir una carta al Timesde Nueva Corinto? No. Él apeló a los creyentes en Jesús de la ciudad explicándoles sinceramente: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor» (4:5).

En vez de resaltar sus propios atributos, Pablo se centró en la verdad que se encuentra en Jesús. Él reflejó la Luz (Juan 8:12) para iluminar las tinieblas que amenazaban con envolverlo.

Puede que te condenen por las palabras que osadamente compartas acerca de Jesús. Tal vez las personas digan que eres una mutación o algo peor. Pero en tanto que muestres la gracia de Dios y te aferres al mensaje del evangelio puro, podrás decir, al igual que Pablo: «Por tanto, puesto que tenemos este ministerio, segú hemos recibido misericordia, no desfallecemos» (2 Corintios 4:1).

Si tu mensaje parece monstruoso para algunas personas, ora para que pronto vean la «iluminación del conocimiento de la gloria de Dios» (v.6).  —TF