¿Alguna vez te has preguntado por qué algunos loros que no están enjaulados jamás se van volando? ¿Acaso estas aves aman a sus amos tanto que no tienen deseos de irse volando disparados?

Es interesante notar que el amo los entrena para que piensen que sus perchas significan seguridad y que están a salvo. Una vez que llegan a aprender esto, naturalmente aferran sus garras fuertemente alrededor de la percha y no quieren soltarla.

Nosotros podemos actuar como un pobre loro en una percha. Pero es a nuestra riqueza a lo que nos aferramos en busca de seguridad y para estar a salvos, y la agarramos lo más fuerte que podemos. Pablo dio a Timoteo un gran consejo en cuanto a cómo ayudar a las personas a soltar la percha de la riqueza (1 Timoteo 6).

Toda riqueza proviene de Dios (v.17). Sé que éste es un principio básico de mayordomía, pero es muy importante para ayudarnos a no aferrarnos a la riqueza. Reconocer esto nos da perspectiva.

Cuando admitimos que Dios es el único proveedor de todo bien y don perfecto, el que rige todas las cosas, y que sus mano son fortaleza, poder y riqueza, tendemos a ser más humildes y a depender más de Dios. Y cuando reconozcamos que toda riqueza proviene de Dios comprenderemos que es más sabio poner nuestra esperanza y confianza en el Dador de los regalos que en los buenos regalos en sí.

No sólo debemos reconocer que toda riqueza proviene de Dios, sino que debemos ceder nuestra riqueza y ponerla al servicio de Dios. Nada nos libera tanto del amor al dinero como la generosidad.

Hay algo sagrado en la entrega de nuestra riqueza, especialmente para apoyar la obra del reino de Dios. La riqueza un regalo de Dios a usarse para su gloria, para el placer humano y para beneficiar a los que tienen necesidad.

¿Podría algo ser más satisfactorio que saber que nuestro dinero fue usado para ayudar a alguien a que llegara a ser un nuevo seguidor de Jesús, o un mejor seguidor, o para vestir, alimentar y dar albergue a alguien? Soltemos la percha.  —MW