En Apocalipsis 5, el apóstol Juan describe a Jesús, el León de Judá (v. 5), como un Cordero inmolado (v. 6). Refiriéndose a esta metáfora, el predicador Charles Spurgeon preguntó: «¿Por qué nuestro Señor exaltado debe aparecer en gloria con sus heridas?». Tras lo cual respondió: «Las heridas de Jesús son su gloria».
Habitualmente, la figura de un cordero no representa poder ni victoria. La mayoría de la gente prefiere símbolos de fortaleza que generen admiración. Sin embargo, Dios decidió encarnarse tomando la forma de un bebé que nació en la familia de un pobre carpintero. El Señor Jesús vivió como un predicador itinerante y murió en una cruz romana como un «cordero [que] fue llevado al matadero» (Isaías 53:7). Todos, incluso sus discípulos, pensaron que su crucifixión marcaba el final de Aquel que había osado desafiar el orden religioso establecido de su época. Pero, cuando Jesucristo resucitó de los muertos, demostró de manera extraordinaria el poder y la gloria incomparables de Dios.
Se acerca el día cuando Cristo regresará en gloria para gobernar lo que le pertenece por derecho. En aquel día, todos se postrarán delante de Él y dirán: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza» (Apocalipsis 5:12). ¡Jesús, el Cordero que también es el León, merece nuestra alabanza!