Mi esposo y yo llegamos al Parque Nacional del Monte Rainier al final de la tarde, y nos apresuramos a entrar para ver el monte antes de que las nubes se juntaran para esconderlo. Luego de haber viajado durante una semana por el noroeste del Pacífico, ¡habíamos aprendido a no dar el sol por sentado!

Mientras conducíamos dentro del parque nos detuvimos en varios puestos de observación y tomamos fotografías de lo que yo creía era el monte Rainier, el rey de la cordillera Cascade y el tercero en elevación (con una altitud de 4392 m) dentro del territorio continental de los Estados Unidos.

Al rato de estar subiendo por la montaña llegamos a Paradise Lodge(con una altitud de 1646 m). También llegamos a un techo de niebla, y ahí me di cuenta de que había estado tomando fotografías de la montaña equivocada. El verdadero monte Rainier estaba envuelto en nubes. Luchamos por ver a través de la blancura de las nubes, pero finalmente admitimos la derrota y nos dispusimos a bajar por la montaña.

El día siguiente fue incluso peor: lluvia. Finalmente decidí que mejor dejaba de preocuparme por lo que no podía ver y comenzaba a disfrutar de lo que sí podía ver. Los suaves verdes de los árboles de hoja caduca que surgían destacaban los tonos más oscuros de los árboles de hoja perenne que cubrían las laderas de la montaña. Las cascadas creadas por los glaciares derretidos cortaban blancas líneas irregulares desde las nubes ondulantes hasta el suelo del bosque, el cual estaba decorado con parches coloridos de flores silvestres. ¡Fui testigo ocular del despertar de un bosque! Entonces, ¡qué si el monte quería esconderse!

No necesité ver la majestad de un monte para contemplar la obra asombrosa de Dios. Sus maravillas son igualmente evidentes en diminutas plantas que pueden sobrevivir a duros inviernos porque Él las ha equipado apropiadamente. Las formaciones de roca que surgen de la tierra representan la fuerza de Dios. La vida nueva de plantas y animales emergentes revela Su ternura. Tal vez esos eran los mensajes que tenía que recibir de Dios. Los acepté con gratitud.

Aun si no llegué a ver al rey de la cordillera de montañas, había visto lo suficiente como para saber que cada detalle de la creación es una obra deslumbrante de revelación y un llamamiento gozoso a adorar al Rey de reyes.  —JAL