Había un problema en el campus. En la universidad cristiana adonde yo impartía clases a medio tiempo a estudiantes de primer año estaban desapareciendo las bicicletas. Uno de mis alumnos me dijo que había dejado su bicicleta fuera de un salón de clases, y cuando regresó, ya no estaba. Tomó prestada la bicicleta de otro estudiante y fue a la caza de sus pedales robados. Encontró la bicicleta apoyada contra el lado de un edificio a cierta distancia.

Estábamos deliberando en mi clase acerca de cómo escribir composiciones, así que pensé que éste sería un gran tema de discusión al abrirnos paso en el camino de cómo escribir una composición para «proponer una solución». Pero al tratar el tema me llevé una sorpresa. Uno de los estudiantes en la clase reveló que algunas veces, él era uno de los que tomaba bicicletas. Nos dijo que «sólo las tomaba prestadas» para cruzar el campus. Le dije que si alguien toma cualquier cosa que le pertenece a otra persona, aunque sea por un corto tiempo, está robando. A mi alumno no le pareció así.

De más está decir que nos divertimos un poco con ese tema.
La deliberación me dejó pensando en lo difícil que es convencer a las personas en nuestra sociedad de que hay males y actos pecaminosos reales que tienen que evitarse. Así como lo que yo creía claramente que era robar y un estudiante pensaba que era tomar prestado, el mundo sigue redefiniendo lo que reconocemos como pecado tan sólo como errores, e incluso como acciones aceptables.

Eso nos puede dejar preguntándonos: ¿Cuál es la norma para las acciones correctas? ¿Cuál es el ejemplo que todos debemos seguir? ¿Acaso nuestra opinión es nuestra guía? ¿O hay algo claro e inequívoco que podemos seguir sin lugar a dudas?

A medida que nuestra sociedad permite que haya menos y menos abanderados —las pautas del pasado siguen decayendo en nombre de la libertad— ¿estamos dispuestos a pararnos sobre el fundamento sólido de la verdad bíblica en cuanto a lo que es correcto y lo que no lo es?

Hacerlo, vivir según las normas de la Biblia, es honrar a nuestro Dios, a Aquel que presentó las normas que nos ayudan a vivir la vida de la mejor manera.  —JDB