Oswald Chambers, durante su período de servicio como capellán de la Asociación Cristiana de Jóvenes en Egipto (1915-1917), produjo un impacto en la vida de muchos soldados que murieron en la Primera Guerra Mundial. El 6 de noviembre de 1916, Chambers escribió en su diario: «Recibimos una carta de un amigo desde Nueva Zelanda, donde nos dice que mataron a Ted Strack. Por lo tanto, Ted Strack “partió para estar con Jesús”. Así es exactamente como él lo hubiera puesto […]. Él era una tosca belleza de la naturaleza y de la gracia, un pequeño santo amoroso y valiente. Gracias a Dios por cada recuerdo de él […]. De este modo, van reuniéndose uno tras otro».
Cuando padecemos la muerte de nuestros seres amados, nos aferramos a la promesa de Jesús de la vida más allá de la tumba. El libro de Apocalipsis registra la visión de Juan sobre una gran multitud de toda nación, tribu y lengua reunida alrededor del trono de Dios en el cielo (7:9). La verdad general de este pasaje es un encuentro feliz y eterno cuando «… el Cordero que está en medio del trono [nos] pastoreará, y [nos] guiará a fuentes de aguas de vida…» (v. 17).
La muerte de todo creyente en Cristo prefigura el día cuando nos reuniremos con ellos para estar con el Señor. En medio de la tristeza que hoy nos embarga, tenemos esperanza, porque vemos que ellos «van reuniéndose uno tras otro».