Cuando mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo, se enfermó gravemente. Mientras los médicos luchaban para descubrir el problema, ella se debilitaba cada vez más, al punto de tornarse peligroso para su vida.
Verla sufrir fue una sensación horrible y de impotencia para mí, y hubo días en que sentí como si Dios no estuviera escuchando nuestras oraciones. Un domingo, mientras buscaba consuelo en las Escrituras, mis ojos se detuvieron en el primer versículo de Isaías 43.
«No temas», empieza diciendo, y termina con «mío eres tú». Al instante, el Espíritu Santo aplicó esas palabras personalmente a mi vida. La manera íntima con que Dios le habla a Israel me recordó que Él siempre está también atento a nuestras cosas: «Cuando pases por las aguas, […] por los ríos, […] por el fuego» (v. 2). Cada frase se elevaba con mayor intensidad desde las páginas para aplicarse a mi corazón.
Nuestro consuelo en aquel momento no llegó a través de promesas de sanidad ni de milagros, sino de saber que nunca estamos solos. Hemos atravesado muchas otras circunstancias horribles, incluso después del nacimiento de Ethan, cuando parecía que tanto él como Cheryl morirían. ¡Pero Dios había utilizado sus palabras para consolarnos y prepararnos para momentos difíciles como esos!
Quiera el Señor que estas palabras te recuerden que nunca estás solo.