El libro de Rut es una obra maestra de literatura dramática. En unas cuántas páginas pasamos de una situación imposible a una conclusión increíble a lo largo de una ruta improbable.
Tres viudas, una anciana y dos jóvenes, han sufrido una pérdida devastadora. Una de las viudas más jóvenes hace el voto de acompañar a su suegra a su tierra natal y buscar a su Dios. A medida que la historia avanza, parece que una mano divina está guiando a Noemí y a Rut hacia una esperanza y cumplimiento que apenas si pudieron imaginar. Hacia el final del libro, el dolor desesperanzado ha sido reemplazado por la expectativa gozosa. Era como si Dios las rodeara con sus amorosos brazos y les susurrara: «¡Sorpresa!»
Oswald Chambers, un dinámico maestro bíblico de la primera parte del siglo XX, a menudo hablaba de las visitas sorpresas de Dios: «Rara vez Jesús aparece donde lo esperamos —decía Chambers—. Él aparece donde menos lo esperamos y siempre con las conexiones más ilógicas. La única manera en que un obrero puede mantenerse fiel a Dios es estando listo para las visitas sorpresas del Señor.»
Otro tema del que la enseñanza de Chambers estaba impregnado es el de darle a Dios espacio para operar en nuestra vida: «Como obreros de Dios tenemos que aprender a hacerle espacio a Dios, a darle campo suficiente. Calculamos y estimamos y decimos que esto y eso sucederá, y nos olvidamos de hace espacio a Dios para que Él entre como elija. No esperen que Dios entre de alguna manera en particular, sino búsquenlo a Él. Esa es la manera de hacerle espacio. Por más que podamos conocer a Dios, la gran lección a aprender es que Él puede irrumpir en cualquier minuto. Somos propensos a pasar por alto este elemento de sorpresa, pero Dios nunca obra de ninguna otra manera.»
Piensa en alguna situación a la que designarías como «la más improbable de que salga bien». Considera todas las razones por las que dicha situación es un lío, y a todas las personas que forma parte del problema. Luego piensa en Jesús. Dile que quieres mantenerte fiel y seguir sus mandamientos. Ahora, hazle espacio y prepárate a escucharle susurrar: «¡Sorpresa!» —DCM