El corazón es un órgano asombroso. Continuamente bombea oxígeno y sangre rica en nutrientes a través de nuestro cuerpo para mantenerlo vivo. Esta central de energía del tamaño de un puño late 100.000 veces por día y circula 2.000 galones de sangre por día.
El corazón espiritual también es una obra asombrosa. Puede ser suave al toque de Dios, o puede volverse duro como la piedra. La Biblia ofrece al menos cuatro síntomas de un corazón duro: El primer síntoma es oponerse repetidamente a una acción que Dios desea. Faraón es una ilustración perfecta de este síntoma. Dios deseaba la libertad para su pueblo, pero Faraón deseaba la esclavitud. Leemos en Éxodo que Faraón endureció su corazón varias veces al no dejar que el pueblo de Dios saliera de Egipto.
Un segundo síntoma es manifestar una actitud crítica hacia Dios y su obra. En Éxodo 17:1-7, el pueblo de Dios se quejó y argumentó contra Dios y contra su liderazgo porque tenía sed. No confió en que el Dios que los había liberado era el mismo Dios que los alimentaría.
Un tercer síntoma es mostrar una actitud indiferente hacia los demás. Santiago 2:15-16 y 1 Juan 3:17 nos recuerdan que nuestra fe se siente obligada a mirar hacia fuera y satisfacer las necesidades prácticas de los demás.
Un cuarto síntoma es no comprender la obra redentora de Dios en el mundo. Lee Marcos 3:1-6. En vez de regocijarse porque Jesús había sanado al hombre con la mano deformada, los líderes religiosos lo criticaron por hacerlo en día sábado. Jesús estaba molesto y perturbado por sus duros corazones. Dios está redimiendo a sus hijos hacia Él en todas partes del mundo a través de medios diversos.
Deja que Dios, a través de su Palabra, te haga un electrocardiograma. Si tu corazón está duro, deja atrás tu terquedad y deja que Dios lo llene con su gracia. Él puede quitar un corazón duro y reemplazarlo con un corazón suave y flexible… un corazón que obedezca. —MW