Por más de un siglo, el pináculo del golf ha sido marcar 59 golpes, lo que solo se había registrado en tres ocasiones en la historia del circuito profesional de este deporte antes del 2010. Entonces, ese año, Paul Goydos logró esa marca y, al mes siguiente, Stuart Appleby lo igualó. Por consiguiente, ¡algunos periodistas deportivos suponían que el logro más codiciado del golf se había vuelto algo común y corriente! Es asombroso ver que se conviertan 59 hoyos dos veces en una misma temporada, pero sería un error considerarlo ordinario.
Para los seguidores de Jesucristo, también es un error considerar ordinario lo extraordinario. Piensa, por ejemplo, en la oración. ¡Podemos hablar en cualquier momento con el Dios Creador que, por su sola palabra, hizo existir el universo! No solo somos bienvenidos ante su presencia, sino que también se nos invita a entrar allí con confianza: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
Acceder a Dios no tiene nada de ordinario; sin embargo, a veces damos por descontado este privilegio. Él es el Dios todopoderoso, pero también nuestro Padre que nos ama y nos permite invocarlo en cualquier momento de cualquier día. ¡Esto sí que es extraordinario!