Era un día brillante y con una agradable brisa en la playa. Las familias y los amigos estaban reunidos sobre toallas de playa disfrutando del buen tiempo. Mientras se divertían nadando y bronceándose, nadie se dio cuenta de los amenazantes nubarrones que había lejos en el cielo. Fue cuando comenzaron a caer las gotas de lluvia que todos empezaron a empacar sus cosas.
Cuando la llovizna se convirtió en un aguacero, toda la gente corrió rápidamente a un área de resguardo común, adonde encontraron refugio de la lluvia.

A lo largo de la historia, los creyentes en Jesús han encontrado en Dios su lugar de refugio. Corrie ten Boom, una relojera holandesa, escondió judíos en su casa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue encarcelada por los nazis y puesta en confinamiento solitario durante cuatro meses. Su celda era oscura, con agua sucia en el suelo, y constantemente era torturada por los gritos desgarradores de otros prisioneros.

Corrie le dijo al Señor que no era lo suficientemente fuerte como para soportar aquello, y el Señor le habló de una manera inusual. Vio una hormiga en el suelo que corría directamente a un diminuto agujero en la pared cuando sentía el agua. El Señor le dijo a Corrie que Él era el refugio de ella, y que ella podía venir corriendo a Él así como la hormiga corría hacia el agujero.

Al leer el Salmo 91 aprendemos que Dios es nuestro refugio y fortaleza, así como lo fue para Corrie. «Porque has puesto al SEÑOR, que es mi refugio, al Altísimo, por tu habitación. No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada» (vv. 9-10).  En el Salmo 46:1, el autor dice que Dios es nuestro «pronto auxilio en las tribulaciones». Eso significa que Él va con nosotros a través de nuestro sufrimiento y dolor, sosteniéndonos en medio de él.

Podemos reemplazar nuestro temor con confianza y nuestro dolor con consuelo, sabiendo que Dios está allí cuando enfrentamos problemas abrumadores. ¡Él es nuestro refugio y nuestra fortaleza!  —JL