Una iglesia de Naperville, Illinois, está rebosando de alegría por las campanas nuevas que pusieron en el campanario encima del edificio. Hace años, cuando se construyó el salón, no tenían dinero para comprarlas. Sin embargo, para el 25.º aniversario, pudieron recaudar fondos para colgar tres campanas en el espacio vacío. Aunque son impresionantes, hay un problema: la congregación nunca las oirá sonar. Aunque parecen reales, son artificiales.

El apóstol Juan escribió su primera epístola para alentar a los creyentes a no solo parecer cristianos verdaderos, sino también a demostrar su autenticidad mediante su forma de vivir. La prueba de que la fe de una persona es genuina no se encuentra en alguna experiencia mística con Dios. La demostración de que conoce y ama de verdad al Señor está en la sumisión a su autoridad y a su Palabra. Juan escribe: «Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:5-6).

Si afirmamos que hemos sido transformados por el evangelio y conocemos y amamos íntimamente a Dios, deberíamos confirmarlo mediante nuestra obediencia a su Palabra.