Mi esposa Sarah es triatleta. Nos impresiona a mí y a nuestros amigos, pero en el mundo de los triatletas, ella es considerada una «atleta de su grupo de edad». Esto significa que mayormente compite sólo para colocarse entre las tres primeras mujeres que son aproximadamente de su edad, entre 26 y 29 años en una carrera dada.

En su ultimo triatlón quedó tercera en su grupo de edad. Esto fue algo de notar porque la mujer que terminó segunda nadaba, montaba bicicleta y corría ligeramente más despacio que Sarah. Mi esposa perdió la carrera en las transiciones.

Las transiciones son los momentos en que uno se quita el traje de neopreno, se pone las zapatillas de ciclismo y salta a la bicicleta. O cuando uno se quita las zapatillas de ciclismo y se pone las zapatillas para correr. A Sarah le tomaba unos dos minutos hacer estas transiciones, mientras que su competidora podía hacer el cambio en sólo 8 segundos. Mi esposa pasa horas cada semana en su bicicleta, en la piscina y en la pista entrenando para ser más veloz y más fuerte. Sin embargo, rara vez piensa en las transiciones.

La vida está llena de transiciones: una iglesia que se muda a un nuevo local o que está buscando un pastor nuevo, una familia que se muda a otra ciudad o que se está preparando para la llegada de un nuevo miembro, una graduación, un matrimonio o un nuevo trabajo. Es fácil sentirse complacido durante la transición. Perdemos nuestra concentración al abrirnos paso a través de los cambios, y esperamos que llegue un momento en que pensamos que las cosas estarán «normales». En vez de ello, podemos centrarnos en lo que Dios quiere lograr en nosotros y a través de nosotros hoy.

En el libro Cartas a un diablo novato, C. S. Lewis dijo que Dios no quiere que vivamos en el futuro, sino que nos centremos en las bendiciones presentes, en el gozo presente y en la obra presente que Él quiere hacer en nosotros (2 Corintios 9:8).

No uses los momentos de transición para aflojar el paso en tu caminar con Dios. Céntrate en lo que Dios quiere hacer en ti y  través de ti en todo momento.  –David Weigand, Michigan
Escrito por un amigo lector de Nuestro Andar Diario