Era una simple inspección de equipaje rutinaria, pero el contenido de la maleta no tenía nada de común y corriente. El agente aduanero suizo que la examinó descubrió catorce cuadros originales de Pablo Picasso. Las obras de arte que estaban en la carpeta de dibujos se estimaron en un valor de 1.500.000 dólares; sin embargo, el pasajero había indicado «nada que declarar» a las autoridades aduaneras.

Es difícil imaginar que una persona empaque una carpeta de dibujos de Picasso entre la ropa, salga para el aeropuerto y espere que no se descubra nada. Evidentemente, el hombre era contrabandista.

Nosotros, como creyentes, ¡tenemos algo mucho más valioso que un Picasso para declarar! No obstante, a veces mantenemos el tesoro de nuestra fe en Cristo guardado en nuestro corazón, en lugar de compartirlo con aquellos que nos rodean. Jesús nos recordó: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:14). Parte de nuestro propósito es reflejar la gloria de Dios para que otros entiendan que necesitan al Señor. Él también nos llama a dejar que nuestra luz brille, para que los demás vean nuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo (v. 16).

Corremos el riesgo de convertirnos en contrabandistas espirituales cuando escondemos nuestra fe en Cristo. En lugar de eso, abramos la «maleta», compartamos el tesoro y demos gloria al Maestro de los artistas.