De niño, tenía un collie llamado Chico Príncipe, un gran perro al que amaba de verdad. Un día, desapareció. No sabía si lo habían robado o si, simplemente, se había escapado… pero yo estaba devastado. Busqué por todos lados. En realidad, uno de los recuerdos de mis primeros años es verme subido a un árbol alto desde donde podía divisar todo el vecindario con la esperanza de encontrarlo. Deseaba desesperadamente que mi amado perro volviera. Durante semanas, pasé todo el tiempo mirando y esperando volver a ver a Chico Príncipe. Pero nunca volvimos a reunirnos.

Hay un sentimiento de pérdida muchísimo mayor cuando pensamos que nunca volveremos a ver a un ser amado que muere. Pero, para los que conocen y aman al Señor, la separación de la muerte es solo temporal. ¡Un día, volveremos a reunirnos para siempre!

Pablo les aseguró a los tesalonicenses: «… los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:16-17). Las palabras que brindan consuelo a los quebrantados de corazón son juntamente y nosotros. Estos términos de reencuentro indican que los seguidores de Cristo nunca tienen que experimentar una separación permanente. Para nosotros, la muerte no es un adiós, sino un «hasta la vista».