¿Por qué será que el temor y la toma de decisiones vienen juntos tan a menudo? Al vernos confrontados por las elecciones —a qué universidad ir, qué carrera elegir (o a qué carrera cambiarse), qué palabras usar para ayudar a algún amigo que está sufriendo— la toma de decisiones puede ser causa de agitación.
Algunos de nosotros somos renuentes a tomar decisiones porque tememos leer la señal equivocada, dar la vuelta equivocada y entrar a la carretera equivocada. Tememos que nuestra naturaleza humana siempre nos desvíe hacia la «senda amplia» que lleva a la destrucción (Mateo 7:13-14). Tal y como lo revela 1 Juan 4:18, nuestro problema subyacente es el temor al castigo.
Se requiere de tiempo y cuidado adicionales para tomar algunas decisiones, y un poquito de temor nos recuerda eso bien. Pero, ¿alguna vez has sentido tanto temor que no podías tomar una decisión?
En momentos de confusión, de duda y de preocupación, he descubierto que estas palabras son de mucha ayuda. El perfecto amor realmente echa fuera el temor:
¿Tienes miedo de tomar una decisión equivocada?
La soberanía de Dios se ocupa de eso.
¿Tienes miedo de interpretar mal la voz de Dios?
Dios lo puede corregir.
¿Tienes miedo de ir por el camino equivocado?
Dios puede proveer otra vía de acceso.
¿Tienes miedo de lo desconocido?
Dios lo sabe todo y lo entiende bien.
¿Tienes miedo al fracaso?
La gracia de Dios lo cubre todo y trae sabiduría en el proceso.
No hemos de tirar al viento nuestra responsabilidad de tomar decisiones. Pero el temor y la ansiedad son primos cercanos, y ninguno de ellos se relaciona bien con la confianza y la fe. En Jesús, el perfecto amor de Dios nos rodea y nos envuelve.
Tenemos la libertad de analizar los hechos, consultar a otros amigos cristianos, confiar en que Jesús guiará nuestra toma de decisiones (Proverbios 3:5-6) y dar el siguiente paso. –SV