Mi sobrinita Molly, de casi dos años de edad, y su mamá, tomaron un avión para Michigan para visitar a la abelitay al abelito(la abuelita y el abuelito). Fue una gran aventura para una niñita tan pequeña. «¿Queteto?» «¿Queteto?» –preguntaba por cada ruido que hacía el avión, por cada movimiento y por cada persona que se abría paso por el pasillo. Lo cierto es que a Molly no parecía preocuparle cuál era la respuesta a cada «¿Queteto?» Tan sólo le gustaba hacer muchas preguntas.
Jesús también hizo un montón de preguntas. Pero a diferencia de Molly, Él estaba sumamente interesado en las respuestas y en las personas que las daban.
• «¿Por qué estáis amedrentados?» (Mateo 8:26)
• «¿Quién decís que soy yo?» (Mateo 16:15).
• «¿Por qué me llamas bueno?» (Marcos 10:18).
• «¿Qué deseas que haga por ti?» (Marcos 10:51).
• «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?» (Lucas 6:39).
• «¿Quieres ser sano?» (Juan 5:6).
• «¿Me quieres?» (Juan 21:17).
Las personas venían a Jesús queriendo y esperando respuestas. Querían sanidad. Querían una revolución. Querían que Él les demostrara que tenían la razón. Querían atraparlo en alguna contradicción. Pero muchas veces, Él los desconcertaba lanzándoles una pregunta de vuelta. Jesús estaba más interesado en ayudar a las personas a que exploraran sus corazones y sus motivos que en simplemente llenar sus mentes con hechos. Realmente las personas deben haberse sentido fastidiadas cuando Jesús nos les daba una respuesta directa. Pero Él sabía lo que ellas realmente necesitaban, y muchas veces no era lo que estaban pidiendo.
La próxima vez que tengas un «¿Queteto?» para Jesús, está listo para que Él te responda con otra pregunta. Luego, busca en tu corazón lo que realmente quieres (y necesitas) de Él. –TC