Vivimos en una sociedad invadida de señales de advertencia. Desde los descargos de responsabilidades en píldoras, las fechas de vencimiento en sobres de sopa, hasta los indicadores de peligro en sierras eléctricas, estas etiquetas procuran evitar peligros latentes. Hace poco, recibí una caja con un precioso regalo. El envoltorio tenía una enorme etiqueta adhesiva roja que decía: Frágil; manejar con cuidado. Cuando pienso en la fragilidad de la vida, me pregunto si no deberíamos colocarnos todos uno de esos adhesivos colorados.
No es buena idea andar por la vida pensando que somos invencibles y que todo va a salir bien, para después descubrir que somos mucho más frágiles de lo que pensábamos. Solo hace falta una llamada del médico diciendo que tenemos una enfermedad casi mortal o el viraje brusco de un conductor descuidado delante de nosotros para que recordemos que la vida es sumamente incierta. ¡No hay garantía de nada! Nadie puede estar seguro de que seguirá respirando. Por eso, el salmista da un consejo importante… una etiqueta de advertencia, por así decirlo: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12).
Decidamos vivir como si fuera nuestro último instante en este mundo, amando más intensamente, con mayor disposición a perdonar, dando más generosamente y hablando con más delicadeza.
Esta es la manera de manejar la vida con cuidado.