No hace mucho leí esta cita: «Toda chica tiene ciertas necesidades. Desde su nacimiento hasta los 18 años necesita a sus padres. De los 18 a los 35 necesita una buena apariencia; de los 35 a los 55, una buena personalidad; y de los 55 en adelante necesita dinero en efectivo.»

No sé quién estaría de acuerdo con eso. Sin embargo, sí sé que toda iglesia tiene ciertas necesidades. Una de las más grandes es la necesidad de «gacelas».

Lee Hechos 9:36-41. Dorcas (Tabita), cuyo nombre significa gacela, servía en la iglesia primitiva. Estaba llena de gracia y dignidad. Su respuesta a la gran salvación de Jesús fue de gratitud mostrada a través de sus buenas obras. Y su generosidad fluyó de su amor por los demás. Sus obras eran tangibles, prácticas y sencillas; hacía túnicas y otras prendas para las viudas y los pobres. Parece que no había nadie a quien Dorcas no le extendiera el amor y la paz de Dios.

Dorcas fue una mujer sorprendente, cuyos valores concernientes a las posesiones materiales estaban alineados de manera apropiada. Ella comprendía que todo le pertenecía a Dios, y que parte de su mayordomía era dar a los demás. Su vida causó tal impacto en las personas a su alrededor que cuando murió, sus amigas enviaron a buscar a Pedro para que la volviera a la vida.

Como seguidores de Jesús hemos sido llamados para ser sal y luz en un mundo en decadencia y en tinieblas. Necesitamos desesperadamente más gacelas, personas cuyas buenas obras fluyan de un corazón de gratitud por su salvación en Jesús (Efesios 2:10). Podemos causar un impacto en nuestro mundo con actos sencillos y tangibles de amabilidad (Lucas 10:37): lavando autos, invitando a alguien a comer, comprando y bombeando gasolina al automóvil de otra persona y limpiándole el jardín.

Unamos nuestras manos e invirtamos nuestra vida en aquello que es lo más importante: servir a Dios ayudando a las personas.  —MW